18/03/2008


Nadie iba a pagarlos, pero ella menos que nadie, por supuesto. Recogia su cosecha entre las menores de edad que hacian mercado en su tienda, a las cuales iniciaba y exprimia hasta que pasaban a la vida peor de putas graduadas en el burdel historico de la Negra Eufemia. Nunca habia pagado una multa, porque su patio era la arcadia de la autoridad local, desde el gobernador hasta el ultimo camajan de alcaldia, y no era imaginable que a la dueña le faltaran poderes para delinquir a su antojo. De modo que sus escrupulos de ultima hora solo debian ser para sacar ventajas de sus favores: mas caros cuantos mas punibles.(...)

Gabriel Garcia Marquez, Memoria de mis putas tristes


A impressão que tenho cada vez que pego um livro de Garcia Marquez nas mãos é que indiferente da pagina por onde decida começar, o banho de poesia literaria estara assegurado.

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